Para reflexionar


El Hijo del Obrero Ferroviario

En estos días nos prepararemos para recordar un hecho en la historia que no deja indiferente a ningún hombre o mujer por creyente o incrédulo que se confiese.
Es para muchos el acto de amor más grande de la historia. Me refiero a la muerte del Señor Jesucristo.
Les voy a contar una historia que me hizo reflexionar en el significado de la muerte de Jesús.

Un obrero tenía la misión de operar el mecanismo que levantaba un puente ferroviario, ubicado sobre un río en el cual navegaban embarcaciones. Cada vez que el tren se aproximaba al puente el operador accionaba el mecanismo para que el puente bajara, y este pasara sin contratiempos. Era una responsabilidad inmensa ya que cualquier mala maniobra podría costarle la vida a muchas personas, sin embargo, el operador era celoso en lo que hacia. Consiente que muchas vidas dependían de su trabajo.

El obrero tenía un hijo pequeño de unos cuatro años de edad y lo quería con toda su alma. Todas las tardes el niño salía a encontrar a su padre de su camino de regreso a casa, justo del otro lado del puente ferroviario.

Un día el ultimo tren se atraso, el operador comenzó a inquietarse ya que se aproximaba la hora de volver a casa. Y el pequeño esperaba ansioso encontrarse con su padre y mostrarle un dibujo que había hecho. Como éste no llegaba comenzó a caminar por la vía en su búsqueda. Cuando el padre lo vio a metros del puente, le indico con severidad que se apartara de la vía pero el niño al ver a su padre más se acercaba al puente. El puente funcionaba con un sistema mecánico para que permaneciera abajo. Para esto el operador debía permanecer en el lugar accionando la palanca de elevación. En esos instantes el último tren se acercaba al puente, el padre desesperado gritaba para que el niño se alejara, no podía dejar su puesto ya que si lo hacia el tren caería al rió. El hombre pensó en los niños, mujeres y hombres que llevaba el tren y se aferro con todas sus fuerzas al mecanismo de elevación mientras el tren pasaba con seguridad al otro lado del río arrebatándole a su pequeño hijo.

Muchos de los pasajeros de ese tren no supieron de esta historia, unos pocos se enteraron a través de las noticias. Muchos quizás sintieron agradecimiento por este acto a otros esto les causo indiferencia.

Antes de conocer esta historia sentía la muerte de Jesús como una decisión individual. Pero me di cuenta del inmenso amor del padre por todos nosotros. Pese el amor que siente por su hijo lo entrega a la muerte, por los que transitamos en este tren de la vida.

Hoy tengo dos hijos que son todo en mi vida, al verlos jugar y recibirme cuando regreso a casa, recuerdo este relato y me permiten dimensionar las palabras del apóstol Juan que escribió: “Tanto amo Dios a este mundo, que entrego a su único hijo para que todo que en él crea no se pierda y tenga vida eterna”


Por Juan San Martín.
Para EL Mural de CIC